13 tipos de cáncer que se previenen con el ejercicio

El ejercicio no solo mejora el ánimo y ayuda a mantener un peso saludable. También reduce la posibilidad de desarrollar más de una decena de tipos de cáncer. Investigaciones recientes muestran que practicar actividad física de forma regular protege el cuerpo de daños microscópicos que pueden, con el tiempo, transformarse en cáncer.
Esa defensa comienza con algo tan simple como caminar rápido, trotar, nadar o montar bicicleta varios días a la semana. Incluso rutinas cortas, pero consistentes, actúan como un escudo frente a enfermedades graves.
El impacto del ejercicio en la prevención del cáncer
Mover el cuerpo cambia más que los músculos. La actividad física regular regula hormonas como estrógenos y andrógenos, y reduce la cantidad de insulina y otros factores de crecimiento que pueden alimentar las células cancerosas. Además, combate la inflamación, fortalece el sistema inmunitario y frena el estrés oxidativo. Todo esto limita la formación y propagación de células anormales.
Aunque la relación entre el ejercicio y el cáncer depende de muchos factores, el beneficio protector se observa en quienes mantienen un nivel de actividad física moderada a vigorosa. Esto significa ejercitarse al menos 150 minutos a la semana, como sugieren los expertos en salud. Para adultos, basta con caminar a paso rápido 30 minutos, cinco días por semana.
Tipos de cáncer que el ejercicio ayuda a prevenir
Los datos de estudios que siguieron a más de un millón de personas dejan claro que la actividad física disminuye el riesgo de desarrollar al menos trece tipos de cáncer. Estos incluyen algunos de los más frecuentes y letales, y otros menos conocidos pero también peligrosos:
Adenocarcinoma de esófago: quienes practican ejercicio tienen menos probabilidades de que las células del esófago sufran cambios que puedan acabar en un tumor.
Cáncer de hígado: la actividad física regular mantiene bajo control el metabolismo y la inflamación hepática, limitando la aparición de lesiones en el hígado que, sin ejercicio, pueden progresar a cáncer.
Cáncer de pulmón: si bien el tabaco sigue siendo el principal factor de riesgo, el ejercicio ayuda a los pulmones a mantenerse fuertes y mejora la función inmunitaria, reduciendo el riesgo incluso en exfumadores.
Cáncer de riñón: el control del peso y la regulación de la presión arterial gracias al ejercicio protegen la función renal y disminuyen las condiciones que favorecen el cáncer de riñón.
Cáncer gástrico del cardias: mantener un sistema digestivo activo y evitar la acumulación de grasa abdominal reduce la posibilidad de lesiones pre-cancerosas en la unión del estómago y el esófago.
Cáncer de endometrio: el ejercicio modula los niveles de estrógeno y ayuda a mantener un peso corporal adecuado, dos factores clave en la prevención de tumores uterinos.
Leucemia mieloide: la actividad física impacta la renovación y el funcionamiento sano de las células sanguíneas, frenando el desarrollo de leucemias.
Mieloma: aunque rara vez se menciona, el mieloma mejora su pronóstico en quienes hacen ejercicio regularmente, gracias al fortalecimiento del sistema inmune.
Cáncer de cabeza y cuello: un cuerpo activo elimina mejor las toxinas y responde con más fuerza ante la aparición de células cancerosas en estas áreas.
Cáncer de recto: ejercitarse reduce la inflamación y promueve la salud del colon y el recto, disminuyendo las posibilidades de cáncer en esta zona.
Cáncer de vejiga: mantener una buena hidratación y actividad, junto con un metabolismo ágil, protege la vejiga de daños que pueden conducir a cáncer.
Cáncer de seno: especialmente en mujeres después de la menopausia, el ejercicio reduce la exposición a hormonas relacionadas con el cáncer de mama, además de favorecer la eliminación de radicales libres.
Cáncer de estómago: un sistema digestivo en movimiento, menos marcado por la inflamación y el exceso de peso, baja el riesgo de lesiones y tumores gástricos.

Otros efectos beneficiosos
Los efectos positivos del ejercicio en la prevención del cáncer van más allá de ese listado. Fortalece el sistema inmune, promueve la reparación celular y ayuda al cuerpo a reconocer y destruir células defectuosas antes de que se vuelvan peligrosas.
Para muchos especialistas, la actividad física es tanto una estrategia preventiva como una herramienta durante la recuperación tras un diagnóstico de cáncer. En personas con sobrepeso, diabetes o antecedentes familiares, moverse reduce considerablemente el riesgo, con independencia del peso corporal.
Cuidado con el exceso y la exposición solar
Aunque la mayoría de los efectos del ejercicio son positivos, los estudios observaron que, en personas que hacen actividad intensa al aire libre sin adecuado uso de protector solar, el riesgo de melanoma (cáncer de piel) puede aumentar. Por eso, usar ropa adecuada y protector solar forma parte de cualquier rutina saludable al aire libre.
Un hábito sencillo, grandes beneficios
Adoptar el ejercicio como parte de la vida diaria actúa de barrera ante distintas amenazas. No se trata de grandes hazañas deportivas, sino de convertir el movimiento en una costumbre. La ciencia demuestra que, incluso en pequeñas dosis, la actividad física juega un papel fundamental al reducir la posibilidad de desarrollar formas graves de cáncer y alentar una mejor calidad de vida en todas las etapas.
Incluir el ejercicio en la rutina diaria es una apuesta segura por la salud a corto y largo plazo. Cuidar el cuerpo hoy puede marcar la diferencia en el futuro.