Vitamina C: ¿Por qué es importante para el sistema inmunológico?
También conocida como ácido ascórbico, esta es hidrosoluble y fundamental para el desarrollo y crecimiento
Consumir con frecuencia una dosis adecuada de vitamina C, es importante en todas las condiciones de estrés e inflamación que suelen ser responsables de la aparición de una gran cantidad de enfermedades.
Del mismo modo, es esencial conocer que todas las células principales de nuestro sistema inmunitario funcionan mejor gracias al ácido ascórbico y que si los niveles de vitamina C no son los suficientes, el porcentaje de eficacia de estas células es menor al momento de detectar, reconocer y destruir microorganismos perjudiciales para la salud, como lo son las bacterias o las células precancerosas.
Lo que quiere decir que la falta de vitamina C puede hacer que el organismo sea extremadamente vulnerable a los ataques de los agentes externos. De hecho, consumir suplementos que contengan vitamina C se puede fortalecer tomando al mismo tiempo vitamina E y ácido lipídico.
Lugares en los que actúa el sistema inmunitario
Este sistema se encarga de proteger a nuestro cuerpo de virus y bacterias que quieran atacar y provocar algún daño. Por medio de una serie de pasos llamados respuestas inmunitarias, es que detectan e inmediatamente actúan para evitar la aparición o proliferación de microorganismos o alguna sustancia que invada al cuerpo y que pueda causar cualquier enfermedad.
Formado por un intrincado sistema de células, tejidos y órganos que trabajan en unión para protegernos, el sistema inmunitario es increíblemente complejo, ya que es capaz de reconocer y recordar infinidad de enemigos diferentes y puede producir secreciones y células que se combinan para hacer frente a numerosos ataques que se presentan por la aparición de agentes externos.
El secreto de su éxito es una elaborada y dinámica red de comunicación: millones y millones de células organizadas en lugares que intercambian continuamente nueva información en respuesta a una infracción. Una vez que las células inmunitarias reciben la alarma, se activan y comienzan a producir potentes sustancias químicas.
Estas sustancias permiten que las células regulen su propio crecimiento y comportamiento, además de que adquieran otras células inmunitarias y dirijan nuevos reclutas a las zonas con problemas.
¿Cuál es la importancia de la vitamina C?
Una de las principales funciones de la vitamina C es apoyar y estimular el sistema inmunitario del organismo. De hecho, las células inmunitarias están equipadas dentro de sus membranas con moléculas transportadoras de vitamina C, la cual cumple un papel muy importante: abastecer a la célula cuando más lo necesita.
En caso de inflamación o infección, por ejemplo, estos transportadores aumentan mucho su actividad para suministrar a las células suficiente ácido ascórbico. Por ello, los niveles de vitamina C en sangre disminuyen durante la enfermedad y deben complementarse tomando una dosis mayor.
Por otro lado, también es un potente antioxidante y, por lo tanto, es capaz de proteger al organismo de gran parte de los daños causados por los radicales libres, sustancias peligrosas que dañan el ADN y contribuyen, con el tiempo, al proceso de envejecimiento celular y al desarrollo de enfermedades.
Sin embargo, la concentración de vitamina C en las células inmunitarias disminuye a medida que el tiempo va avanzando. En este estado, se consume ácido ascórbico y se dañan las proteínas y las moléculas de grasa necesarias para la función inmunitaria normal.
Además de sus beneficios para el sistema inmunitario, la vitamina C es útil para el crecimiento y la curación de los tejidos, ya que ayuda al organismo a producir colágeno, una proteína esencial para la piel, los huesos, los cartílagos, los tendones, los ligamentos y los vasos sanguíneos.
El ácido ascórbico también parece proteger al organismo contra las enfermedades cardíacas, facilitar la absorción del hierro y reducir los niveles de colesterol total y triglicéridos.
Alimentos con vitamina C
La vitamina C es hidrosoluble, lo que significa que el organismo no es capaz de almacenarla, sino que debe ingerirse por medio de los alimentos. Por suerte, muchos de los alimentos que se consumen habitualmente son ricos en ella, como las frutas y las verduras en particular: las manzanas, los cítricos, los kiwis, las patatas, el melón, los espárragos, las bayas, el brócoli, la coliflor, las coles, las espinacas, los pimientos (sobre todo los rojos, que son los que más vitamina C contienen) y los tomates.
En caso de no seguir un régimen alimenticio estricto o inquebrantable, se recomienda complementar con vitamina C de alta biodisponibilidad, sobre todo en la temporada de invierno.
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