Orinó en el café de sus jefes y en las comidas de sus compañeros: la justicia lo condenó a un año de prisión
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Un hombre de 60 años, empleado durante dos décadas, fue condenado por una serie de actos perturbadores que transformaron el ambiente laboral en una experiencia estresante y tóxica. Estos eventos, que ocurrieron entre abril de 2017 y abril de 2023, marcan un antes y un después en la lucha contra el acoso en los espacios laborales.
Un comportamiento que rayó en lo increíble
Los detalles del caso son desconcertantes. El acusado llevó a cabo actos que incluyeron orinar en el café de sus superiores y en las comidas de sus compañeros, colocar excrementos en el congelador de su lugar de trabajo e incluso realizar exhibiciones sexuales utilizando objetos como zanahorias. Además, acosaba físicamente a un colega con discapacidad, aprovechándose de su vulnerabilidad.
Todo esto fue llevado a cabo frente a otros empleados, creando un ambiente marcado por el miedo y la desconfianza. Los colegas evitaron llevar alimentos al trabajo, temerosos de que fueran objeto de las bromas ofensivas del acusado. La situación escaló al punto en que estas acciones se convirtieron en algo “habitual”, según los testimonios escuchados durante el juicio.
¿”Juegos” o acoso?
En su defensa, el acusado minimizó sus actos argumentando que no eran más que “juegos” o “desafíos” entre colegas. Sin embargo, su justificación fue rechazada por el tribunal, que calificó sus acciones como deliberadas y gravemente dañinas. No solo negó inicialmente varios incidentes, sino que también intentó usar un diagnóstico de trastorno bipolar, detectado en 1995, como una explicación. Sin embargo, los jueces y expertos determinaron que no existía ninguna patología psiquiátrica que justificara su comportamiento, apuntando más bien hacia una tendencia a la exhibición y una incapacidad para controlar impulsos.
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Consecuencias en las víctimas y el lugar de trabajo
Las víctimas describieron el ambiente de trabajo como un lugar de conflicto constante. El estrés predominaba, y las relaciones laborales se deterioraron ante el miedo de ser humillados públicamente. Incluso después de la separación del acusado, los empleados afectados expresaron un profundo impacto emocional. Sin embargo, uno de ellos destacó que había una sensación de alivio al saber que los días más oscuros eran cosa del pasado, aunque el proceso de recuperación no es tan automático.
A pesar de la gravedad de los hechos, solo una de las víctimas decidió formar parte activa del juicio, dejando en claro que para ellos este acto judicial era un cierre emocional más que una búsqueda de compensación económica.
Justicia con restricciones
El Tribunal Correccional de Bar-le-Duc (región de Meuse) dictó una condena de 12 meses de prisión, que será cumplida mediante arresto domiciliario con supervisión electrónica. Además, se ordenó un seguimiento socio-judicial durante cinco años, incluyendo terapia obligatoria. Entre las restricciones adicionales, se le prohibió al hombre contactar a las víctimas, presentarse en sus hogares o volver a su antiguo lugar de trabajo. También se le incluyó en el Fichero Judicial Automatizado de Autores de Delitos Sexuales o Violentos (FIJAIS) y se le privó del derecho a postularse a cargos públicos durante cinco años.
Aunque sus antecedentes penales solo registraban una condena previa por llamadas maliciosas, el tribunal consideró la naturaleza intencionada y repetitiva de sus actos, así como el daño psicológico causado a las víctimas.
Este caso no solo pone en evidencia los devastadores efectos del acoso laboral, sino también la importancia de intervenir a tiempo para evitar que estos comportamientos se perpetúen. Además, resalta la necesidad de un entorno laboral seguro y respetuoso, donde el bienestar emocional de los empleados sea prioritario.