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Cocina, recetas y alimentos

¿Cuál es el peor aceite para cocinar?

¿Alguna vez te has parado frente a la estantería del supermercado y te has preguntado cuál es el peor aceite para cocinar? Elegir el aceite correcto puede ser la diferencia entre una comida saludable y una bomba para el cuerpo. Por esa razón, hoy aclaramos cuál es el aceite que deberías evitar si buscas cuidar tu salud..

Aceites ricos en grasas saturadas

El aceite de palma encabeza la lista de los aceites menos recomendados. Aunque es barato y se encuentra en productos procesados, este aceite tiene un alto contenido de grasas saturadas y su consumo frecuente aumenta los niveles de colesterol LDL, el llamado colesterol “malo”, elevando el riesgo de enfermedades del corazón y otros problemas cardiovasculares.

El aceite de coco también es popular entre quienes buscan alternativas naturales, pero su composición es más del 80% grasas saturadas. Aunque algunos defienden sus supuestos beneficios, la ciencia señala lo contrario: favorece el aumento del colesterol y, a la larga, daña la salud cardiovascular si se usa a diario.

Aceites refinados

Muchos aceites económicos como el de maíz, soya y girasol pasan por procesos de refinamiento y altas temperaturas. Y es aquí donde hay un problema doble: se pierden nutrientes y aparecen residuos indeseados como solventes químicos. Al calentar estos aceites para freír, se forman compuestos tóxicos y aldehídos, una sustancia relacionada con el cáncer y la inflamación crónica.

El aceite de soya refinado, por ejemplo, puede tener restos del solvente industrial hexano, utilizado para extraer el aceite de la semilla. Además, estos aceites son ricos en omega 6, un ácido graso que, en exceso y sin un buen equilibrio con el omega 3, fomenta la inflamación y puede afectar el funcionamiento hormonal.

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El problema con los aceites poliinsaturados en exceso

El aceite de maíz y el de girasol suelen anunciarse como opciones “ligeras”, pero su perfil de grasas poliinsaturadas los hace muy inestables al calor. Cuando se calientan para freír o saltear, estas grasas forman fácilmente radicales libres, compuestos dañinos para las células.

Además, en la dieta moderna ya consumimos más omega 6 del necesario. Sumarle aceites de este tipo agranda ese desequilibrio, propiciando problemas como inflamación crónica, dolores articulares y un mayor riesgo de enfermedades metabólicas.

No solo la salud está en juego, también el planeta paga las consecuencias. El aceite de palma está detrás de deforestaciones masivas en Asia y África, destruyendo hábitats de animales y acelerando el cambio climático. Elegir aceites más sostenibles también es un acto de conciencia global, y un motivo extra para saltarse esta opción.

¿Y el aceite de coco?

Ha ganado fama en redes y blogs de alimentación, pero la ciencia es clara: su consumo frecuente y en grandes cantidades no es recomendable. Sus niveles de grasas saturadas pueden disparar el colesterol igual o más que la mantequilla. Aunque sirve para recetas puntuales y puede aportar sabor, no debería ocupar el lugar principal en tu cocina diaria.

¿Podemos encontrar aceites mejores?

Sí, existen aceites mucho más seguros y saludables. El aceite de oliva virgen extra es la mejor elección para la mayoría de las preparaciones. Es rico en grasas monoinsaturadas y antioxidantes, resiste bien el calor, y protege el corazón. El aceite de aguacate también destaca por su estabilidad y buen perfil nutricional.

Si buscas variedad, los aceites de linaza y nuez tienen beneficios, pero son frágiles al calor. Úsalos solo en frío, para aderezos o terminar platos.

Recuerda seleccionar aceites prensados en frío, sin refinar y de origen vegetal no tropical. Verifica en las etiquetas que tengan bajo porcentaje de grasas saturadas. Guárdalos lejos de la luz, bien tapados y úsalos en pocos meses para evitar que se oxiden y pierdan calidad.

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No te confíes solo en el precio o la fama. Los aceites procesados, baratos y usados en abundancia por la industria alimentaria suelen ser justo los que más dañan al cuerpo.

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Veronica Pereira

Veronica siempre ha tenido una pasión por la escritura desde su infancia; hija del padre de un médico y madre naturópata, siempre ha estado inmersa en remedios naturales; se ha convertido en correctora/editora de libros de medicina y escritora independiente para blogs que tratan sobre medicina en general o sobre prevención en particular.

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