Muere el papa Francisco a los 88 años de edad, el primer jesuita y latinoamericano en dirigir la Iglesia Católica

El mundo amanece con la noticia que nadie esperaba: el papa Francisco ha fallecido a los 88 años en Roma, víctima de una neumonía bilateral que complicó aún más su delicada salud. Su paso por el papado no ha sido uno más en la historia de la Iglesia católica; se cierra un ciclo que deja marca profunda en millones de fieles y en aquellos que vieron en él un símbolo de esperanza y renovación.
Francisco rompió el molde desde su elección en 2013, porque Jorge Mario Bergoglio fue el primer Papa latinoamericano y también el primero de origen jesuita, nacido en Buenos Aires en 1936. Su vida estuvo marcada por las tradiciones de la inmigración italiana y el ambiente popular de su barrio. Antes de los estudios religiosos, se graduó como técnico químico, demostrando siempre un espíritu curioso y una vocación al servicio.
Cuando en la Plaza de San Pedro se anunció “Habemus Papam”, el mundo católico quedó sorprendido no solo por su procedencia, sino por su elección de nombre. Francisco, como San Francisco de Asís, fue sinónimo de humildad y cariño por los más pobres.
Un estilo directo y cercano
Uno de los rasgos más recordados de Francisco será siempre su sencillez. Desde rechazar el uso de vestimentas lujosas hasta desplazarse en vehículos modestos, se ganó la simpatía de creyentes y no creyentes. Prefirió el contacto con la gente común, habló claro y directo sobre los desafíos que enfrenta la Iglesia y la sociedad: desigualdad, pobreza, corrupción y exclusión.
Luchó contra los excesos de poder y buscó acercarse a las periferias tanto geográficas como existenciales. Esta actitud transformó la imagen del papado, haciéndolo más humano y menos distante. En sus viajes apostólicos, siempre priorizó los lugares más vulnerables y los problemas más urgentes.
Reformas y desafíos sin esquivar los problemas
Durante su pontificado, Francisco impulsó reformas profundas dentro de la Iglesia. La reorganización de la Curia Romana en 2022 buscó hacerla más eficiente y transparente. Fue rígido en la lucha contra los abusos sexuales, instituyendo normas más estrictas y mostrando tolerancia cero contra el encubrimiento.
A diferencia de sus predecesores, se atrevió a abordar asuntos que parecían tabú. Defendió la protección de migrantes y refugiados y criticó leyes que criminalizan la migración. Aunque mantuvo una postura cercana a la doctrina tradicional sobre el matrimonio, se mostró abierto a bendecir las uniones civiles del mismo sexo y llamó a acoger a los homosexuales, recordando que todos son hijos de Dios.
No dudó en intervenir con sus palabras durante las crisis globales, posicionándose a favor de la paz en Palestina, Ucrania y Myanmar, y condenando la indiferencia ante el dolor de los inocentes.
Salud frágil, espíritu firme
Los últimos años de Francisco estuvieron marcados por una salud inestable. Sufrió varios episodios difíciles: hospitalizaciones, lesiones, y en los meses recientes, una neumonía bilateral que finalmente acabó con su vida. A pesar del deterioro físico, continuó liderando con dedicación.
Apenas un día antes de morir, presidió la bendición Urbi et Orbi, dejando una imagen imborrable ante miles de peregrinos reunidos en la plaza vaticana. Su espíritu no perdió fuerza, ni siquiera cuando las fuerzas fallaban.
La huella de Francisco no se limita a las reformas y los gestos simbólicos. Introdujo un aire renovador en una institución que a menudo parecía rígida e inaccesible. Dejó atrás la imagen de un pontífice lejano y la cambió por la de un guía dispuesto a escuchar y aprender.
El Vaticano se prepara para un cónclave en el que los cardenales elegirán un nuevo Papa. Este proceso, cargado de historia y ritual, abre una nueva etapa. El perfil del futuro pontífice será clave para dar continuidad o cambio a las políticas y visión que deja Francisco.