Los factores que pudieron haber precipitado el derrame cerebral del Papa Francisco

La partida del Papa Francisco conmovió al mundo, debido a que su vida estuvo marcada por el servicio y también por desafíos en su salud, que finalmente influyeron en su muerte. El Vaticano confirmó que falleció el 21 de abril de 2025, a los 88 años, debido a un accidente cerebrovascular (ACV) que provocó un colapso cardiocirculatorio irreversible.
El ACV: la causa final y sus implicancias
Un ACV, conocido como ictus, ocurre cuando el flujo de sangre al cerebro se interrumpe. Este evento deja daños en las funciones cerebrales clave. El caso del Papa Francisco fue resultado de un ACV isquémico, el tipo más común, donde una arteria se bloquea y priva al cerebro de oxígeno.
Las señales de un ictus pueden confundirse: debilidad en un lado del cuerpo, dificultad para hablar o cambios en la vista. Reconocer los síntomas a tiempo puede marcar la diferencia, pero la rapidez fue insuficiente en este caso debido a un cuadro clínico ya complicado por múltiples factores de riesgo.
Enfermedades crónicas, el peso sobre la salud de Francisco
El Papa arrastraba años de enfermedades crónicas que se agravaron con la edad. Entre ellas, la hipertensión arterial y la diabetes tipo II, dos condiciones que aumentan el riesgo de ACV y daño cardiovascular. Estos problemas de salud volvían menos eficaz la capacidad del cuerpo para recuperarse de infecciones o crisis repentinas.
Sufrió también de problemas de movilidad debido a dolores en la rodilla y padecimientos que complicaban su día a día. A esto se sumó su edad avanzada, un factor que por sí solo incrementa las probabilidades de sufrir un ictus.
Las complicaciones respiratorias
La salud respiratoria de Francisco fue otro pilar frágil. Desde joven, tras perder parte de su pulmón izquierdo a causa de una neumonía grave, su sistema respiratorio quedó vulnerable. En sus últimos meses, enfrentó neumonía bilateral, infecciones pulmonares y bronquiectasias múltiples, que son dilataciones anormales y permanentes en los bronquios.
Estas afecciones pueden descompensar a cualquier paciente, mucho más cuando existen antecedentes como el suyo. Los episodios de insuficiencia respiratoria aguda y frecuentes hospitalizaciones mostraban un desgaste progresivo. La capacidad de los pulmones para oxigenar la sangre se reduce, y el corazón debe trabajar el doble. Este sobreesfuerzo acelera la aparición de eventos graves, como un ACV.
Hipertensión, diabetes y factores de riesgo acumulados
La combinación de hipertensión, diabetes y edad era una tormenta perfecta para la salud cardiovascular del pontífice. La hipertensión endurece y daña las arterias, lo que facilita la formación de coágulos que pueden obstruir el flujo sanguíneo cerebral. La diabetes, por su parte, afecta la circulación y debilita la respuesta natural del organismo ante infecciones y procesos inflamatorios.
La historia médica de Francisco también incluía cuadros de insuficiencia renal leve, reduciendo aún más su margen de seguridad frente a nuevas complicaciones. Todas estas condiciones crónicas se suman, y el cuerpo pierde capacidad de respuesta ante crisis como las generadas por un infarto cerebral.
El caso del Papa Francisco muestra que el control médico riguroso es clave para quienes viven con varias patologías. El monitoreo constante de la presión arterial, azúcar en sangre, función renal y respiratoria puede prevenir desenlaces fatales o, al menos, detectar a tiempo señales de alarma.
La prevención se basa en el seguimiento, la medicación adecuada y ajustes en el estilo de vida. Hacer ejercicio, no fumar, mantener una dieta sana y tratar el estrés no sólo ayudan a controlar estas enfermedades, también mejoran la calidad de vida.
El caso pone en primer plano la necesidad de cuidar la salud cardiovascular, no sólo con medicamentos sino con cambios de hábitos y controles médicos frecuentes, sobre todo en la tercera edad. Su vida y su muerte hablan tanto de fragilidad como de resistencia, recordando lo importante que es atender a los detalles de la salud día a día.
En la memoria colectiva, el Papa Francisco será recordado por su empatía y cercanía, pero su historia médica también enseña sobre los desafíos de llegar a la longevidad con enfermedades crónicas. Atender los factores de riesgo hoy puede ser la clave para un mañana más saludable.