Los niños que aprenden dos idiomas tienen ventajas adicionales cuando son adultos
Al crecer en un hogar bilingüe aprendemos a cambiar nuestra atención más rápidamente de una cosa a otra: una facultad que conservamos también de adultos.
Una persona que crece en una familia bilingüe no sólo tiene la ventaja -no hace falta decirlo- de hablar dos idiomas: se encuentra con una capacidad cognitiva adicional, a saber, la capacidad de cambiar y centrar la atención más rápidamente que los que han aprendido la segunda lengua a una edad más avanzada. Esto fue descubierto por investigadores de la Universidad Anglia Ruskin, ampliando lo que ya habían encontrado en investigaciones anteriores.
Cómo se adaptan los niños a un entorno lingüístico imprevisible
De hecho, el mismo equipo de científicos había identificado una estrategia particular desarrollada por los niños. En un hogar en el que se hablan habitualmente dos lenguas, es normal que los padres pasen de una a otra sin interrupción: los niños crecen así en un «entorno lingüístico» más variado e imprevisible, al que se adaptan cambiando su atención más a menudo y más rápidamente. «Esta adaptación podría ayudarles a aprovechar múltiples informaciones visuales, como los movimientos de la boca, las expresiones faciales o los gestos, y facilitarles el aprendizaje de varios idiomas», explica el profesor Dean D’Souza.
Las habilidades se conservan incluso en la edad adulta
En la nueva investigación participaron 127 adultos en dos experimentos, ilustrados en la presentación de los resultados. En la primera tenían que mirar dos imágenes en la pantalla, de las cuales una permanecía fija mientras la otra cambiaba gradualmente. Las personas bilingües desde la infancia notaron más rápidamente el cambio de imagen que las que aprendieron la segunda lengua más tarde. La misma ventaja para los bilingües «de nacimiento» también en la segunda prueba, que medía en cambio la capacidad de controlar la atención: resultaron ser más rápidos para «desconectar» de una imagen y trasladarla a otra.
Los resultados sugieren, por tanto, que al menos algunas de las adaptaciones adquiridas por quienes crecieron en un hogar con dos lenguas no se pierden al crecer, sino que se conservan incluso en la edad adulta.
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