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Pez de agua dulce: ¿Es malo consumirlo?

De acuerdo con un estudio americano, los peces de agua dulce tienen una alta concentración de sustancias químicas producidas por la industria

Con el comienzo de este año 2023, se aplicará una nueva norma de la UE que limitará la presencia de sustancias tóxicas producidas por la industria (PFAS), en las aguas residuales y en la comida, ya que estas se consideran uno de los factores de riesgo de una amplia gama de enfermedades.

Cuando se eliminan de manera indebida en el medioambiente, estos ácidos altamente nocivos penetran fácilmente en las aguas subterráneas y, por medio de este líquido, llegan a los cultivos de los campos y a los productos agrícolas, lo que provoca graves daños a la salud. Los PFAS a los que se refieren las nuevas normas de la UE son cuatro:

  1. Ácido perfluorooctanoico (PFOA).
  2. Ácido perfluorononanoico (PFNA).
  3. Ácido perfluorooctano sulfónico (PFOS).
  4. Ácido perfluorohexano sulfónico (PFHxS).

La investigación ha comprobado que los PFAS son absorbidos rápidamente por el organismo; al igual que se pueden acumular y depositar en el plasma, el hígado y los riñones del cuerpo humano, lo cual generaría daños significativos a la salud humana, como por ejemplo:

  1. Enfermedad tiroidea.
  2. Disfunción del sistema inmunitario.
  3. Infertilidad y enfermedades gestacionales.
  4. Aumento de la presión arterial en mujeres embarazadas.
  5. Probabilidades más altas de contraer cáncer de riñón o testículo.
  6. Desarrollo de enfermedades metabólicas, como la obesidad y la diabetes de tipo 2

Sobre el pez de agua dulce

Del mismo modo, científicos del Grupo de Trabajo Medioambiental (EWG), ha realizado un estudio en el que se descubrió que el pescado de agua dulce está tan contaminado con PFAS, que consumir incluso una sola ración al año equivale a beber agua con altas concentraciones de estas sustancias durante un mes.

Los investigadores del EWG examinaron los datos de más de 500 muestras de filetes de pescado capturados en varias partes de España entre 2013 y 2015 como parte de los programas de vigilancia llevados a cabo por varias agencias: la Agencia de Protección del Medio Ambiente, el estudio sobre la salud humana en los filetes de pescado de los Grandes Lagos y la evaluación nacional de ríos y arroyos.

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El análisis de las muestras reveló que la concentración media de PFAS en los filetes de pescado capturados en ríos y arroyos, era de 9.500 nanogramos por kilogramo (ng/kg), mientras que en los peces de los Grandes Lagos llegaba a 11.800 ng/kg.

De acuerdo con el Dr. Scott Faber, directivo del EWG: «Los resultados de esta investigación son sorprendentes. El consumo de un pescado es igual a beber agua contaminada con PFAS durante un mes».

La sustancia química con mayor nivel en los peces de agua dulce que se analizaron, fue el ácido perfluorooctanesulfónico (PFOS): las concentraciones en los animales representaron alrededor del 75% del total. Según la información dada por la Food And Drug Administration (FDA), los niveles medios detectados eran más de 280 veces superiores a los del pescado vendido en pescaderías y locales comerciales.

El Dr. David Andrews, autor principal del estudio, afirma lo siguiente: «El consumo frecuente de pescado de agua dulce contaminado con PFOS, puede ser el causante principal de los aumentos de los niveles séricos de esta sustancia química en las personas, lo que crea un mayor riesgo para la salud. Sin embargo, la exclusión de este alimento de nuestra dieta también puede aumentarlos».

En este sentido el experto agregó: «Antes me gustaría salir a pescar todas las semanas y comer ese pescado, pero ahora, cuando lo veo, lo único que se viene a mi mente es la contaminación por PFAS».

Necesidad de nuevas pruebas

Teniendo en cuenta estos resultados tan alarmantes, los científicos del EWG resaltan la importancia de continuar realizando análisis en los alimentos como el pescado, para detectar PFAS en altas concentraciones, ya que la dieta sigue siendo una de las principales fuentes de exposición humana a estas sustancias nocivas. «Conocer cuáles son las fuentes de exposición a los PFAS es una prioridad urgente para la salud pública», concluyó Tasha Stoiber, coautora del estudio.

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Dany Levito

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