Cheapflación: la trampa de los fabricantes para abaratar los costes de productos alimentarios que la OCU denuncia

¿Sabías que muchos de los productos en tu carrito de compras podrían no ser lo que aparentan? En los últimos años, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha puesto el foco en un fenómeno creciente: la ‘cheapflación’, un término que describe una estrategia utilizada por algunos fabricantes para abaratar costes sin reducir el precio del producto, pero sí su calidad. Hoy, analizamos qué implica esta práctica y cómo impacta directamente en los consumidores.
¿Qué es la ‘cheapflación’?
La ‘cheapflación’ ocurre cuando una empresa cambia los ingredientes o materiales de un producto por otros de menor coste, manteniendo el precio original. A simple vista, todo parece igual: el envase, el tamaño y el precio. Sin embargo, al mirar la lista de ingredientes, puedes notar que la calidad del producto ha disminuido. Por ejemplo, un alimento que antes incluía aceite de oliva puede reemplazarlo por aceite de girasol más barato, o incluso por aditivos menos saludables.
Esta práctica, aunque no siempre ilegal, es considerada poco ética porque no informa claramente al consumidor. Según la OCU, los compradores tienen derecho a conocer estos cambios para tomar decisiones informadas.
¿Por qué preocupa esta tendencia?
La OCU advierte que, en un contexto de inflación persistente, muchas compañías están adoptando medidas como la ‘cheapflación’, buscando proteger sus márgenes de beneficio. Esto significa que, aunque los consumidores pagan lo mismo, terminan recibiendo un producto de menor calidad. Para muchos, esto equivale a pagar de más por menos.
Además, la ‘cheapflación’ no solo afecta a la calidad del producto, sino que también genera desconfianza en las marcas. Cuando el consumidor se da cuenta de estas tácticas, puede optar por dejar de comprar ciertos productos o recurrir a alternativas de bajo coste que ofrecen una mejor relación calidad-precio.
La OCU ha identificado varios casos de ‘cheapflación’ en productos alimentarios populares. Algunos ejemplos incluyen:
- Sustitución de ingredientes naturales por aditivos y conservantes baratos.
- Uso de grasas vegetales de menor calidad en productos lácteos, bollería o margarinas.
- Transformación de recetas tradicionales en versiones más económicas sin informar al consumidor.
Un caso reciente reportado por la OCU fue la reformulación de cremas y salsas que previamente contenían nata fresca y ahora utilizan almidón o aceites alternativos. Aunque a primera vista estos cambios pueden pasar desapercibidos, afectan al sabor, la textura y, en muchos casos, a los valores nutricionales.

Reduflación y cheapflación: ¿en qué se diferencian?
Un fenómeno relacionado que también ha generado titulares es la ‘reduflación’. A diferencia de la cheapflación, que altera los ingredientes o materiales, la reduflación reduce la cantidad del producto manteniendo el precio. Es decir, el envase podría contener menos gramos o mililitros de lo que solía ofrecer, sin que esto sea evidente para el comprador.
Ambas prácticas son maneras de reducir costes, pero tienen en común que se implementan sin la transparencia necesaria. Esto dificulta que los consumidores detecten los cambios hasta que es demasiado tarde.
¿Qué pide la OCU?
La OCU ha solicitado cambios legales para garantizar que los consumidores estén protegidos ante estas prácticas. En concreto, proponen que cualquier reduflación o cheapflación sea claramente indicada en la etiqueta o en el punto de venta. Asimismo, piden que los fabricantes sean más transparentes sobre los cambios en la composición de los productos.
Otra de sus recomendaciones es que los supermercados indiquen tanto el precio unitario (por kilo, por litro) como el precio total, para que sea más fácil comparar productos y detectar posibles cambios en las cantidades o la calidad.
¿Cómo pueden los consumidores protegerse?
Aunque la legislación sobre cheapflación aún está en desarrollo, los consumidores tienen el poder de tomar medidas. Aquí algunos consejos útiles:
- Revisa las etiquetas: antes de comprar un producto que sueles consumir, compara la lista de ingredientes con versiones anteriores. Los cambios en los ingredientes pueden decir mucho.
- Atención al precio por kilo o litro: este dato es más confiable que el precio total, ya que te ayuda a comparar el coste real del producto.
- Infórmate: plataformas como la aplicación gratuita “OCU Market” permiten analizar y comparar alimentos de forma rápida y eficiente.
- Denuncia casos sospechosos: la OCU anima a los consumidores a reportar cualquier práctica de cheapflación o reduflación a través de sus canales, como redes sociales o su web.
Aunque no siempre es fácil identificar estas prácticas, exigir transparencia y prestar atención a los detalles puede marcar la diferencia.