Bañarse con frecuencia o con productos incorrectos ¿Qué le pasa a nuestra piel?
El propósito de la limpieza es eliminar el conjunto de polvo, secreciones orgánicas (sebo y sudor) y microorganismos que se depositan en la piel durante el día y la noche sin afectar el recubrimiento de la «película» de la piel (película hidrolipídica, el manto formado por el agua y grasas que protegen, hidratan y esterilizan la epidermis).
Las reglas son simples
- Use productos adecuados para el tipo de piel (seca o grasa) y prefiera aceites cuando sea posible: se unen a los componentes grasos de la piel y eliminan suavemente la suciedad, mientras que la piel retiene elasticidad y suavidad.
- No exceda la cantidad de detergente y diluya con agua antes de lavar.
- La temperatura del agua debe ser de 36-37 grados: si está demasiado caliente, ralentiza la circulación y deshidrata la piel, si está muy fría, le quita el placer y el disfrute del ritual de limpieza.
- Enjuague bien y seque completamente.
Limpieza demasiado frecuente y agresiva: riesgos
«Por otro lado, el miedo a la suciedad como sinónimo de degradación y baja autoestima puede llevarnos a exagerar con la esponja y el jabón», enfatiza el profesor Fausto Orecchio, autor del Manual de Higiene, publicado por Seam.
Tenga en cuenta que la epidermis es un órgano vivo que respira, absorbe, reacciona y se comunica con el exterior. La capa más superficial (estrato córneo), la que bloquea el camino hacia las bacterias, el polvo, los productos químicos y la radiación, está compuesta de células que se renuevan continuamente a medida que mueren.
Es suficiente que el pH de la película hidrolipídica sufra incluso ligeras alteraciones, porque su acción aislante y protectora se ve comprometida. La limpieza provoca la descomposición de esta porción externa: tiene el propósito de eliminar las bacterias residenciales que forman parte de la flora microbiana, presente en abundancia, especialmente en las axilas y los genitales.
Sin embargo, si es demasiado frecuente o agresivo, destruye las barreras cutáneas exponiéndola a riesgos. Una piel demasiado limpia reduce la protección contra irritaciones, inflamaciones, alergias.
El deseo de limpieza puede convertirse en una obsesión.
Los estudios realizados en recién nacidos muestran que una higiene demasiado frecuente reduce las defensas contra enfermedades como la dermatitis atópica, que se manifiesta por piel seca, enrojecimiento, descamación y picazón intensa. Por culpa de la limpieza corporal excesiva, pero también de detergentes para la ropa, especialmente si se usa en dosis altas y no se enjuaga bien.
Luego están aquellos que viven el lavado como una necesidad urgente: en estos individuos (simples higienistas o fobias de la suciedad), la imposibilidad de recurrir al agua y al jabón puede desencadenar una ansiedad que trastorna los ritmos y hábitos de vida.
Quienes padecen este trastorno viven en la tierra como enemigos capaces de infectar o contaminar todo con lo que entran en contacto.
Demasiada higiene íntima es dañina
Hoy en día, muchos tabúes se han derrumbado, pero persisten las dudas y los falsos clichés sobre la higiene íntima. «Algunas mujeres exageran el deseo de frescura y limpieza del área vaginal al recurrir inapropiadamente a lavados», explica la experta. «Es una práctica nociva que destruye los mecanismos de protección fisiológica de esa zona. Por lo tanto, exagerar con productos para la higiene íntima puede inactivar el bacilo de Doderlein y su función protectora.
¿Qué productos deben usarse para la higiene íntima?
Uno de los clichés más escuchado es que cuanto más espumoso y fragante es el detergente, más efectivo es. «Es todo lo contrario: la acción de limpieza no es proporcional a la cantidad de espuma», explica el ginecólogo. «Los tensioactivos, es decir, las moléculas con acción grasa deben ser capaces de eliminar las células de descamación, las bacterias y otros, sin alterar el ecosistema vaginal. El producto debe ser específico para la higiene íntima (los jabones comunes determinan una reacción de tipo básico y corren el riesgo de aumentar el pH vaginal), con un pH ácido entre 4.5 y 5 y con propiedades refrescantes, calmantes e hidratantes. Debe estar libre de conservantes, perfumes o agentes bactericidas (la limpieza no debe curar, pero debe mantener el equilibrio genital en equilibrio)».