Disinergia abdomino-frénica: la enfermedad que muchos de nosotros sufrimos y no lo sabemos

La sensación de hinchazón abdominal, ese incomodidad que parece no irse a pesar de comer sano o hacer ejercicio, es un problema que afecta a una gran parte de la población. La mayoría lo ignora, pero detrás de esa “barriga hinchada” puede esconderse una condición poco conocida: la disinergia abdomino-frénica. Este trastorno, que muchos sufrimos sin saberlo, tiene solución si se reconoce a tiempo.
La disinergia abdomino-frénica, a menudo llamada DAF por sus siglas, es una alteración en la forma en que el diafragma y la pared abdominal trabajan juntos. En condiciones normales, cuando los intestinos se llenan de aire o comida, el abdomen se adapta gracias a una perfecta coordinación muscular: el diafragma se relaja y sube, mientras el abdomen se contrae levemente y mantiene todo en su sitio. En la DAF, este balance falla.
Lo que pasa es casi una broma de mal gusto: el diafragma, en vez de relajarse, baja y se contrae, y la musculatura abdominal se relaja más de lo que debería, dejando que la tripa salga hacia adelante. Da igual si el volumen dentro del abdomen no ha aumentado mucho,ya que la sensación de distensión es real porque la postura del cuerpo cambia y los órganos se desplazan.
¿Por qué ocurre esta alteración muscular?
La razón más frecuente está en una disfunción del sistema nervioso, justo en la comunicación entre el intestino y el cerebro. Por eso, es común en personas con síndrome del intestino irritable, dispepsia funcional o problemas de ansiedad y estrés, donde el eje intestino-cerebro se sobrecarga.
Esta relación entre cerebro y barriga es como un teléfono estropeado: un mensaje mal enviado provoca respuestas exageradas. Si hay gases normales o pequeñas molestias, la señal cerebral se distorsiona y la reacción muscular es desmedida.
El sedentarismo, una dieta rica en fermentables (FODMAP), el sobrepeso, o situaciones que cambian la postura corporal también pueden aumentar el riesgo de padecer disinergia.
Síntomas más allá de la hinchazón
El síntoma estrella es esa barriga hinchada que empeora a lo largo del día, y que sorprende porque se siente enorme aunque la ropa siga ajustando igual. A veces, la distensión llega a ser tan marcada que aparece dolor o cambios en la postura.
También es común percibir ruidos intestinales, incomodidad social por la apariencia del abdomen y mucha frustración por la falta de un diagnóstico claro después de múltiples pruebas.
En la mayoría de los casos, los exámenes de imagen y sangre son normales, lo que suele derivar en la falsa impresión de que “no pasa nada físico”, aumentando la angustia de la persona afectada.
Diagnóstico
En la actualidad, el diagnóstico de disinergia abdomino-frénica es clínico. El médico observa al paciente, pregunta por la evolución de la hinchazón, revisa la presencia de otros síntomas digestivos y, en algunos centros, se puede usar una ecografía para valorar los movimientos del diafragma y la pared abdominal en reposo y ante esfuerzos.
En casos dudosos, se emplea la electromiografía (EMG) de músculos abdominales y diafragma, que muestra el patrón contrario al esperado: el diafragma trabaja cuando debería relajarse, y la pared abdominal, en vez de contraerse, se relaja o protruye.
La clave es que no existe un daño anatómico, sino una disfunción del movimiento. Por eso, es habitual que el diagnóstico llegue después de descartar causas orgánicas como intolerancias, enfermedades inflamatorias, u obstrucciones.

Tratamiento: ejercicios, respiración y cambios en la dieta
No existe tratamiento quirúrgico para la disinergia, pero sí estrategias efectivas. El pilar principal es la fisioterapia respiratoria y abdominal, donde los ejercicios de respiración diafragmática ayudan a reeducar la coordinación entre el abdomen y el diafragma. El biofeedback electromiográfico es útil para enseñar al paciente a controlar sus músculos de forma consciente.
Cambios en la alimentación también tienen buen resultado. Reducir el consumo de alimentos ricos en FODMAP (legumbres, cebolla, ajo, algunos cereales y frutas) ayuda a bajar la formación de gases, una de las causas que desencadenan la respuesta anómala. Los probióticos y algunos medicamentos como la simeticona pueden potenciar ese efecto y mejorar la percepción de bienestar.
La actividad física regular es una aliada, ya que el movimiento favorece la motilidad intestinal y mejora la coordinación muscular. Evitar hábitos como comer rápido, mascar chicle o beber con pajilla reduce la aerofagia, otro factor clave.
Terapias como el yoga y la relajación han mostrado beneficios, sobre todo en personas con ansiedad o estrés, ayudando a nivelar la comunicación entre el intestino y el cerebro. En algunos casos, intervenciones como la terapia cognitivo-conductual mejoran la tolerancia a los síntomas y rompen el ciclo de hipersensibilidad y mala adaptación muscular.
No hay forma infalible de evitar la disinergia, pero mantener un estilo de vida activo, una dieta balanceada y manejar el estrés puede reducir el riesgo de desarrollarla o disminuir su impacto. Escuchar las señales del cuerpo y buscar ayuda profesional cuando la hinchazón sea persistente asegura que se tomen las mejores decisiones.