El amante perfecto: Las características que te convierten en el mejor amante de la cama
Estas características, que van más allá del atractivo físico, son las que convierten a un hombre en el amante ideal.
¿Quién no sueña con ser un amante consumado? Según los últimos estudios, existen ciertas cualidades que distinguen a los hombres más dotados en el ámbito íntimo.
La confianza, la cualidad más esperada en un amante
La confianza es la principal cualidad que se espera de un buen amante. Saber que puedes contar con él, confiarle tus secretos y refugiarte en sus brazos cambia por completo la dinámica de la relación. Y en la intimidad, esto lo transforma todo.
«Julien es honesto, leal, sabe escucharme sin juzgarme y guardar mis secretos. Siempre está ahí para aconsejarme. Me siento segura entre sus brazos. Y el toque de virilidad que cuida de mí tampoco me disgusta», confiesa Marie, de 35 años.
Tener esa confianza permite a la mujer sentirse cómoda para entregarse por completo a sus deseos más íntimos. «La relación entre un hombre y una mujer se vive a través del corazón y del cuerpo», señala la experta Nicole Jeammet, autora de Amour, sexualité, tendresse.
Pero la sexualidad necesita del vínculo de la confianza. Lo que más asusta en la relación sexual es entregarse al otro. Tememos que el hombre tome el control y nos ponga en una situación de dependencia afectiva. Sin embargo, como insiste Jeammet, cuando damos afecto, no nos desposeemos. Al contrario, compartimos. Tener confianza es dejarse llevar, entregarse sin peligro… y fortalecer así el sentimiento del yo. Es simple: confío en mí, por lo que él también, lo que me reconforta y me da aún más confianza. La combinación perfecta para sentirse bien entre sus brazos.
La ternura con tu amante
El comportamiento de un amante enamorado suele ser muy revelador. «Mi novio es muy cariñoso», cuenta Élise, de 24 años. «Me abraza a menudo, se muestra dulce y atento… Y cuando me acurruco contra su cálido cuerpo, me siento en una burbuja de algodón. Bueno, antes de que la cosa se vuelva salvaje, claro».
Como si primero hubiera que pasar por la esclusa de la ternura antes de entrar en el templo del placer.
Volvamos a lo básico. Si te dicen «ternura», ¿en qué piensas? ¿En Martinou, tu oso de peluche, en tu mamá, en tu novio? ¿En los tres a la vez? ¡Bingo! Porque hablar de ternura es integrar nuestra parte de infancia. Cuando Jules te acaricia suavemente la mejilla o te da un beso en el hueco del cuello, eso te remite inconscientemente al paraíso perdido de los abrazos de mamá. Y, como señala Nicole Jeammet, «la sexualidad también unifica las edades de la vida. En una pareja, la ternura es la condición del abandono».
Cuando hacemos el amor con nuestro amante, los cuerpos se entrelazan, nos comemos a besos. En resumen, literalmente buscamos ser uno solo. Una fusión engullente que también teníamos con nuestra madre. Al mostrarse ternura, los amantes se funden el uno en el otro, y, cuando estamos en fusión, tenemos menos miedo. Y estamos más dispuestos a abandonarnos al placer. ¡Un poco de ternura antes de un abrazo salvaje, qué más se puede pedir!
Un amante enamorado sabe comunicar
«En la vida, hablamos mucho. Nos contamos nuestros pequeños placeres e inquietudes. Así que en la cama, el diálogo siempre está ahí. No tenemos ningún reparo en hablar de sexo, de lo que nos gusta o no, ni en hacer preguntas», cuenta Anne-Sophie, de 29 años. En resumen, un buen amante debe saber comunicar.
Por supuesto, es fundamental para una pareja decirse las cosas, tanto las buenas como las malas. En la cama, esto permite acceder a un mayor placer, ya que sabemos lo que nos gusta y, si es necesario, precisamos nuestros deseos.
Pero cuidado, advierte Nicole Jeammet, «hablar también puede ser una forma de no decir nada. Lo más importante es comunicar, es decir, escuchar al otro. No hay verdad de pareja sin verdad de palabra». Decir los elementos positivos y también los negativos.
La primera vez que cruzamos a nuestro amor, nos parecíamos tanto que nos ensamblamos. Pero, con el tiempo, nos dimos cuenta de que éramos diferentes. Y, como señala Jeammet, «ser una pareja que funciona es integrar que estaremos mejor juntos si cada uno es uno y está bien». Lejos del consenso blando de quienes nunca dicen las cosas negativas por miedo al conflicto, hay que ponerse de acuerdo sobre lo que queremos (o no queremos). Hablar también es decir lo que nos molesta, y correr el riesgo de no tener la misma opinión que nuestra mitad.
¿Eres de la noche y él de la mañana? No importa, si os dais la oportunidad de descubrir vuestras preferencias. Lo importante es ponerse de acuerdo, incluso si eso implica recibir abrazos por la mañana y por la noche.
Ser libre y no ahogarte
Tener libertad con tu amante es indispensable. O más bien, liberación, corrige Nicole Jeammet: «Se trata más bien de aprender a ser libre, de admitir que amarse no es estar en la dependencia». De hecho, recuerda, el niño que fuimos se construyó en una búsqueda de fusión con su madre, y, en una relación amorosa, siempre tenemos tendencia a querer atrapar al otro en nuestras redes.
Sin embargo, todos necesitamos, para realizarnos plenamente en una pareja, tener un jardín secreto, nuestros amigos y nuestras actividades sólo para nosotros. Es lo que nos permite ir en mejores condiciones al encuentro del ser amado. Porque cada uno aporta sus dones y cualidades y los comparte con el otro. Tener la sensación de no ahogarse es indispensable para no sentirse prisionera entre sus brazos. Y, además, sentirse libre es también tener el placer de reencontrarse… y lanzarse ávidamente el uno sobre el otro.
La risa y la complicidad, cualidades indispensables en la cama y en la pareja
La risa y la complicidad son parte de las cualidades del amante perfecto. «Siempre encuentra la pequeña cosa que me hace reír, que me permite relajarme o estallar de alegría. Para mí, es lo que hace que estemos realmente bien juntos», cuenta Justina, de 33 años. Reír juntos de las mismas cosas, estar en la misma longitud de onda, tener complicidad… es lo que, en una pareja, construye la complicidad.
«Y, cuando nos abrazamos, mantenemos esta sintonía», continúa Justina. Porque el amor es un acuerdo que también debe ser lúdico. Además, como señala Nicole Jeammet, la risa ofrece una válvula de escape necesaria para el florecimiento de la sexualidad: «Cuando nos enfrentamos a un fracaso, a algo que no sale como querríamos, es importante poder reír juntos».
Se desdrematiza, se dice que mañana será mejor. Se hace del humor una fuerza contra las dificultades. Porque, en esos grandes momentos de desnudez en los que nos entregamos al otro, somos particularmente sensibles a la humillación. Por lo tanto, no hay que destruir la confianza. Riendo juntos, tomamos distancia. No reír del otro, sino reír juntos, ser cómplices. Para ser sólidos los dos. Y para que el amor siga siendo un juego muy, muy divertido.
Un buen amante nos escucha
«¡Es increíble cómo sabe adivinar en mis gestos y medias palabras! A veces, ¡me deja boquiabierta! Entiende sin grandes discursos, lo que, en la vida de pareja, evita muchos disgustos y malos entendidos. En la cama, es lo mismo… Nada que dar a entender, nada que explicar con pelos y señales». Atención, escucha, un poco de adivinación, es la fórmula mágica de Adrienne y Bruno. Porque no siempre apetece explicar todo al detalle. Y porque a veces nos gustaría que las cosas fueran más sencillas, más fluidas.
«Hay que ser capaz de empatía, explica Nicole Jeammet, saber ponerse en el lugar del otro, poder sentir íntimamente lo que vive».
Lo que exige superar los propios sentimientos para ponerse a disposición del otro, y no proyectar los propios deseos sobre el ser amado. Porque, retoma, «el encuentro amoroso es un formidable crisol de aprendizaje de la diferencia».
Nos encuentra bellas y nos lo dice
En la vida, nada mejor para dar confianza a una mujer que hacer sinceros halagos. Por la mañana, necesitamos sentir que nuestro amor nos encuentra guapas. En la cama, es lo mismo: nos sentimos mejor cuando nos sentimos bellas y deseables. Pero, como las mujeres no suelen ser muy amables con ellas mismas, más bien tendemos a señalar nuestros defectos que a auto-elogiarnos. ¡Así que tiene que ser él quien nos diga que somos guapas!
«Al principio, no iba muy bien en la cama porque no me sentía cómoda, no me encontraba lo suficientemente guapa. Luego, él me tranquilizó. Y ahora va mucho mejor», recuerda Macha, de 32 años. En efecto, insiste Nicole Jeammet, «la confirmación narcisista es necesaria: para amar al otro, hay que amarse a uno mismo, tener la sensación de que se vale la pena». Y entregarse así con tanto más voluptuosidad cuanto que ya no nos complicamos la cabeza con nuestras curvas.
El amante ideal se toma su tiempo
Piensa en la teoría de la cebolla: al principio, buscamos puntos en común («¡Oh, a mí también me gusta el chocolate!»). Luego, a medida que encontramos terrenos de entendimiento, nos revelamos, quitamos las capas de la cebolla… hasta llegar al corazón, seguros de que nos entendemos en todas las etapas anteriores. Por supuesto, para que una pareja funcione, es necesario que los enamorados compartan cosas, lo que exige tomarse el tiempo de descubrirse. Y, para una relación sexual satisfactoria, es igual.
«Fuimos pacientes como ángeles para buscar lo que al otro le gustaba y construir juntos nuevos placeres», cuenta Maud, de 29 años.
De hecho, señala Nicole Jeammet, «el encuentro es un descubrimiento del otro como de uno mismo. No hay ser en sí, sino un devenir de ser para cada uno». Es lo que se experimenta cuando se da cuenta de que el carácter cambia con tal o cual pareja: soy portadora de esa alteridad porque me construyo en relación al otro. El encuentro me hace por lo tanto descubrir que soy otra, y que él es diferente, lo que debe ser un enriquecimiento y no un obstáculo. Pero ¡son muchas informaciones que integrar! Sobre todo, continúa Jeammet, porque «hoy en día ya no soportamos tomarnos el tiempo. Sin embargo, el secreto de una vida de pareja exitosa es aceptar la duración, saber que el trigo pasa por varias etapas antes de madurar… con también períodos de sequía».
Tomarse el tiempo de encontrarse es inventarse a dos, descubrir nuestra verdad. «Con Marc, me sentí como nueva, con todo por volver a aprender. Tuvimos que redescubrir los gestos tiernos, los abrazos, los besos, tomarnos el tiempo de construir una intimidad juntos», confiesa Lina.
La locura, cualidad indispensable en la cama y en la pareja
«¡Nos divertíamos tanto en la vida que tenía que ser igual de bueno para el sexo!», se entusiasmaba Camille, de 26 años. Saber compartir locuras, lanzarse en carcajadas y tener el mismo punto de locura son activos importantes para disfrutar juntos. Esto implica que también sabrás abandonarte entre sus brazos, estar desinhibida. ¡Olvida los complejos y las preguntas que te atormentan y diviértete! Después de todo, señala Nicole Jeammet, «el amor es una locura, y esto es mucho más cierto en los comienzos de una relación amorosa».
Ahí tenemos la impresión de que todo es posible, de que el mundo se nos abre, como una sensación de regeneración que nos da alas. El amante perfecto te admira como una maravilla de inteligencia y belleza, y tú le devuelves sus miradas llenas de estrellas. Es esta dulce demencia la que hace latir el corazón y que une a la pareja, porque estamos en plena explosión narcisista, lo que abre las puertas del goce. Conservar ese punto de locura es asegurarse de disfrutar en la cama como en la ciudad.
El amante ideal nos hace vibrar en la cama
La mejor manera de ser feliz en la vida y de disfrutar en la cama es saber que se es amada y amar a cambio. «Cuando hacemos el amor, también vivimos plenamente nuestro amor. Es más fuerte, más bello, más grande que con cualquier otro hombre antes. Nos amamos, eso es todo», confiesa Adrienne. Porque hacer el amor con el hombre del que se está enamorada es vivir una felicidad absoluta, un no sé qué de formidable que sublima el goce. «A veces, tengo tanto placer con él, lo amo tanto, que lloro de emoción», afirma Perrine, de 30 años.
Una emoción que nos hace vibrar. De hecho, explica Nicole Jeammet, «amar es sentirse vivo. Hacer el amor es sentirse lo más vivo posible». Después de la pequeña muerte que es el orgasmo, resucitamos más cerca del otro. Así que no sólo estar enamorado da más placer sexual, sino que también hace estar más enamorado. Sin lugar a dudas.