Esta es la razón por la que las personas mayores tienen más flatulencias

Las flatulencias suelen ser un tema incómodo, pero nadie escapa a ellas, especialmente con el paso de los años. Muchos notan que, con la edad, los episodios de gases aumentan y se hacen más molestos. No se trata de imaginación ni de una coincidencia: existen razones físicas, dietéticas y funcionales que explican este fenómeno.
Cambios en el aparato digestivo con la edad
El cuerpo cambia cuando envejece, y el aparato digestivo no es la excepción. El estómago pierde elasticidad, lo que reduce su capacidad para contener grandes cantidades de alimento. Al mismo tiempo, el proceso de vaciamiento gástrico disminuye y los alimentos permanecen más tiempo en el estómago y en el intestino. Este retardo en el tránsito favorece la acumulación de gases y aumenta la fermentación bacteriana.
La motilidad intestinal, es decir, la capacidad del aparato digestivo para mover su contenido, también se reduce. El colon se vuelve más lento, lo que provoca que los residuos permanezcan ahí más tiempo. Este estancamiento facilita que las bacterias los descompongan y produzcan gases.
Microbiota cambiante y fermentación de carbohidratos
La microbiota intestinal, ese conjunto de bacterias que habita el intestino, cambia notablemente con la edad. Su composición y función se alteran, y algunas cepas que ayudan a digerir alimentos pueden disminuir. Este cambio favorece la fermentación de carbohidratos no digeridos, haciendo que los adultos mayores tengan más tendencia a la formación y acumulación de gases.
En muchos casos, la dieta tampoco ayuda. Alimentos que antes se toleraban sin problema, como ciertas legumbres, lácteos, frutas y verduras crudas, pueden producir más gases. Además, las personas mayores suelen comer de manera menos regular y, a veces, dejan de lado frutas frescas y verduras, reduciendo la ingesta de fibra dietética.
Intolerancia a la lactosa y digestiones lentas
Otra causa común es la intolerancia a la lactosa, que aparece con frecuencia en la tercera edad. La lactasa, enzima que ayuda a digerir el azúcar de la leche, se produce en menor cantidad conforme pasan los años. El resultado son digestiones más difíciles, más gases, hinchazón y, a veces, diarrea tras consumir lácteos.
La disminución de la acidez gástrica también interviene. Cuando hay menos ácido en el estómago, la digestión inicial puede ser más lenta e incompleta, lo que permite que parte de los alimentos llegue poco procesada al intestino grueso, donde las bacterias los descomponen y producen gases.
Problemas de masticación, deglución y deshidratación
La calidad de la masticación cambia, sobre todo si hay problemas dentales o uso de prótesis mal ajustadas. Masticar menos los alimentos significa que llegan trozos más grandes y menos mezclados con saliva al aparato digestivo, dificultando aún más la digestión. Además, hablar al comer, tragar rápido o tomar bebidas carbonatadas aumenta la cantidad de aire que se ingiere, lo que termina acumulándose en forma de flatulencias.
La deshidratación es otro factor influyente. Muchas personas mayores beben menos agua porque la sensación de sed disminuye con la edad. Sin suficiente líquido, las heces se vuelven más secas y duras, se ralentiza el tránsito intestinal y se acentúan tanto el estreñimiento como la producción de gases.

El efecto de los medicamentos y las enfermedades asociadas
La polimedicación es frecuente en la vejez. Ciertos medicamentos como antibióticos, antiinflamatorios, antihipertensivos y laxantes alteran la microbiota, ralentizan los movimientos intestinales o incluso aumentan la salivación, promoviendo la presencia de gases.
A esto se suman enfermedades digestivas más frecuentes en personas mayores, como el síndrome del intestino irritable, las gastritis crónicas o las enfermedades inflamatorias intestinales. Todas ellas pueden modificar la digestión y favorecer la acumulación de gases.
Sensibilidad intestinal aumentada
Con la edad, la percepción de las sensaciones internas cambia. La hipersensibilidad intestinal es más común en este grupo, lo que significa que las molestias de los gases se sienten con mayor intensidad, aunque la cantidad de gases producidos no sea mucho mayor que la de etapas anteriores.
La dificultad para expulsar gases, junto con una mayor sensación de distensión o “barriga hinchada”, aumenta la incomodidad y puede afectar la vida diaria.
Dieta y estilo de vida: pequeñas acciones, grandes efectos
Ajustar los hábitos diarios ayuda a reducir el problema. Comer en horarios regulares, masticar bien, preferir alimentos cocidos a crudos y limitar los alimentos flatulentos (como las legumbres, el repollo, las bebidas carbonatadas y los edulcorantes artificiales) puede disminuir la severidad de las flatulencias.
La actividad física ligera, como dar paseos después de las comidas, estimula el intestino. La hidratación suficiente y el consumo de infusiones como la de anís o el hinojo también resultan útiles. Para quienes presentan dificultades de tránsito intestinal, el médico puede recomendar fibras de origen vegetal, como el uso de cáscaras de psyllium, siempre que se acompañen de líquidos y bajo supervisión profesional.
En caso de prótesis dentales o problemas de deglución, una revisión con el especialista ayuda a evitar que se trague aire de más.
El papel de la evaluación médica
Cuando las molestias persisten o van acompañadas de otros síntomas como pérdida de peso, dolor intenso, sangre en las heces o fiebre, es necesario acudir al médico. El especialista puede descartar problemas de salud subyacentes y orientar sobre el mejor manejo para cada situación.
Ciertas personas pueden beneficiarse de probióticos, cambios en la medicación o incluso tratamientos específicos si el origen de los gases es una enfermedad.
Las flatulencias aumentan con la edad por motivos ligados a la digestión, los cambios en la microbiota, los hábitos diarios y las enfermedades asociadas. Entender estos factores permite vivir con más comodidad y menos molestias, disfrutando de los años dorados con mayor bienestar.