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Estilo de vida

Instinto maternal: ¿Existe realmente?

Durante años, el concepto de instinto maternal ha sido idealizado y aceptado como algo inherente a todas las mujeres. La idea sugiere que las madres nacen con una especie de “habilidad innata” para cuidar y criar a sus hijos. Sin embargo, ¿esta percepción tiene bases reales o es un mito perpetuado por la sociedad? Hoy exploraremos lo que dice la ciencia y por qué este término puede generar más presión que apoyo.

¿Qué se entiende por instinto maternal?

Cuando decimos «instinto», nos referimos a un comportamiento automático y natural frente a cierto estímulo. Por ejemplo, muchas especies animales tienen respuestas instintivas inmediatas hacia sus crías, como protegerlas o alimentarlas sin aprendizaje previo. Pero, ¿aplican estos mismos conceptos a los humanos?

La psicóloga Catherine Monk explica que el término «instinto maternal» implica un conocimiento innato que guía a las madres en cómo actuar frente a sus hijos. Sin embargo, según estudios recientes, este concepto es exagerado y poco realista. Los seres humanos no funcionan únicamente a través de instintos; nuestras conductas son moldeadas por el aprendizaje, la experiencia y las emociones.

El origen del mito del instinto maternal

La existencia del instinto maternal es una construcción cultural, influenciada por roles de género y expectativas sociales. A lo largo de la historia, se ha promovido la idea de que las mujeres «están hechas para ser madres» como un mandato natural. Sin embargo, esta noción no tiene una base científica sólida.

Según investigaciones publicadas en revistas científicas, el deseo de ser madre o las habilidades para criar no son necesariamente innatos. Más bien, estas cualidades suelen desarrollarse a través de la experiencia, la cercanía y la práctica. La proximidad física y emocional con un bebé juega un papel fundamental en la creación del vínculo, no un «instinto» mágico.

Más allá de las hormonas: el papel de las emociones

Es cierto que el cuerpo humano, particularmente el femenino, atraviesa cambios hormonales significativos durante el embarazo y el posparto. Estas hormonas, como el oxitocina, contribuyen a fortalecer el vínculo entre madre e hijo. Sin embargo, este fenómeno no es exclusivo de las madres biológicas.

Padres, cuidadores, e incluso familias adoptivas, también desarrollan fuertes conexiones emocionales con los niños. Estos vínculos no provienen de un impulso biológico, sino de la interacción y el tiempo compartido. Por ejemplo, un padre que participa activamente en el cuidado del bebé puede distinguir el significado de sus distintos llantos con el tiempo.

Aprender a ser madre (o padre): ¿Es un instinto o una habilidad?

Criar a un hijo implica enfrentar desafíos diarios: desde cambiar un pañal hasta calmar un llanto inexplicable. Muchas madres primerizas descubren que estas habilidades no son automáticas ni innatas, sino que se adquieren con el tiempo y la práctica. Este proceso se describe como “aprender en el camino”.

Psicólogos como Dana Dorfman señalan que actividades como alimentar, consolar o educar a un niño se dominan con el tiempo, observando lo que funciona y ajustando las estrategias. Por consiguiente, el llamado “instinto maternal” podría interpretarse más claramente como una habilidad aprendida, moldeada por la experiencia y el contexto de cada madre.

El impacto de las expectativas sociales

La creencia en el instinto maternal, además de ser un mito, puede ser perjudicial. Muchas mujeres que no sienten una conexión inmediata con sus hijos pueden experimentar culpa o incluso síntomas de depresión posparto. Esto sucede porque sienten que no están cumpliendo con las expectativas de lo que se «supone» que deben ser.

Además, esta narrativa ignora por completo el papel fundamental de otros cuidadores. Padres, abuelos, tíos o incluso amigos también pueden desarrollar fuertes lazos afectivos con un niño, demostrando que el cuidado no es exclusivo de las madres.

¿Por qué es importante desmitificar el instinto maternal?

Cambiar nuestra perspectiva sobre el instinto maternal tiene implicaciones positivas. En lugar de esperar que las madres sepan cómo criar automáticamente, podríamos fomentar una cultura de apoyo mutuo y educación. Esto incluye normalizar la idea de que criar a un hijo es una tarea en equipo, donde todos los involucrados tienen algo que aportar. Personas que deciden no tener hijos pueden también mostrar este supuesto «instinto» en otros contextos. Por ejemplo, como maestros dedicados, entrenadores solidarios o amigos de confianza. El cuidado no es exclusivo del género ni de la biología.

El llamado «instinto maternal» no es una regla universal ni un requisito para ser una buena madre. Lejos de ser un impulso innato, cuidar y criar a un hijo es una habilidad que se aprende con amor, tiempo y apoyo.

Es hora de liberarnos de mitos que solo generan presión innecesaria. Criar es un viaje lleno de aprendizajes, errores y momentos inolvidables, no una expectativa que cumplir. No necesitas un instinto, solo el deseo de dar lo mejor de ti.

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Dany Levito

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