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Salud

Me inyecté biopolímeros en los glúteos para complacer a mi pareja y he sufrido un dolor insoportable durante años

La presión de cumplir con estándares estéticos puede llevar a tomar decisiones peligrosas. Algunas personas buscan maneras rápidas de cambiar el cuerpo, motivadas por la aprobación de la pareja o la sociedad. Para quienes viven la experiencia de los biopolímeros en los glúteos, el dolor y las secuelas pueden durar mucho más que la relación sentimental que impulsó la decisión.

El inicio de una pesadilla

Todo comienza inocente: una consulta, una promesa de resultados inmediatos y el deseo de ser más atractiva para alguien especial. Los biopolímeros aparecieron como una solución rápida, sin cirugía mayor, ni largas recuperaciones. Pero detrás de esa facilidad se esconde una realidad devastadora.

Las sustancias utilizadas son sintéticas, muchas veces ilegales y prohibidas. Incluyen silicona líquida, aceites y derivados del petróleo. Estas mezclas prometen glúteos más firmes y voluminosos con unas simples inyecciones. La mayoría de las personas no recibe información clara sobre los efectos secundarios y las complicaciones a largo plazo.

El dolor que nunca se va

Con el paso del tiempo, los síntomas aparecen y se hacen imposibles de ignorar. El dolor intenso y persistente se instala, empeorando con los movimientos y hasta al sentarse. Algunas personas sienten endurecimiento, calor en la piel, inflamación y hasta zonas enrojecidas o con cambios en la textura. El cuerpo lucha por rechazar el material extraño, dando lugar a una reacción inflamatoria.

El material se mueve, formando bolas duras o granulomas. Muchas veces, puede migrar y aparecer en otras zonas, causando deformidades que alteran la figura deseada. A estos problemas físicos se suman síntomas como fiebre, fatiga y dolores musculares o articulares, que transforman la vida diaria en una lucha constante.

Consecuencias físicas y emocionales

Las complicaciones superan lo estético. La presencia de biopolímeros desencadena enfermedades autoinmunes, infecciones graves y necrosis. Las personas comienzan a perder calidad de vida; se deteriora la salud física y el bienestar emocional. Aparece el miedo a ser juzgada, el aislamiento y sentimientos de culpa por haber tomado esa decisión.

A veces, es común enfrentar la incomprensión del entorno. Hay quien minimiza el dolor o lo atribuye a exageraciones. Pero los estudios médicos dejan claro que la alogenosis iatrogénica –el término técnico para los problemas causados por estas sustancias– puede afectar órganos vitales y llevar a hospitalizaciones prolongadas.

Foto Freepik

El reto imposible de la extracción

Buscar una solución se convierte en una odisea. La extracción de los biopolímeros es un procedimiento complejo y, en muchos casos, parcial. Las sustancias se adhieren firmemente al tejido y pueden estar rodeadas de fibras y cicatrices internas. Los intentos quirúrgicos no siempre garantizan una remoción total. A veces, el riesgo de complicaciones es tan alto que los médicos aconsejan únicamente tratar los síntomas.

La recuperación es incierta. Muchas personas deben aprender a convivir con el dolor, la rigidez y los cambios irreversibles en su anatomía. Los tratamientos médicos suelen centrarse en controlar la inflamación, tratar infecciones y apoyar psicológicamente a la paciente.

El impacto en la salud mental

El sufrimiento físico suele ir acompañado de una crisis emocional. Surgen sentimientos de arrepentimiento, inseguridad y miedo. El deseo de complacer a una pareja termina dejando cicatrices más profundas que las físicas. El auto-rechazo y la disminución de la autoestima abren brechas difíciles de cerrar.

Algunas pacientes encuentran apoyo en grupos de ayuda o en la familia, pero no siempre reciben el cuidado psicológico que necesitan. El estigma y la vergüenza impiden pedir ayuda a tiempo. A largo plazo, esto puede derivar en depresión, ansiedad y dificultades para relacionarse nuevamente.

El riesgo de recurrencia y la importancia de la prevención

Una vez que los biopolímeros se encuentran en el cuerpo, las consecuencias pueden manifestarse años después de la inyección. Los síntomas pueden reaparecer, incluso tras muchos intentos de extracción. Por eso, la mejor herramienta es la prevención. Médicos y organizaciones de salud insisten en no acceder a procedimientos no aprobados ni dejarse seducir por promesas rápidas de belleza sin conocer los riesgos.

El mensaje que dejan los afectados es claro: ninguna relación o presión externa vale la pena cuando peligra la salud. La búsqueda del cuerpo perfecto, alentada por estereotipos y expectativas sociales, puede costar demasiado caro.

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Biopolímeros y la responsabilidad social

El problema de los biopolímeros se ha convertido en un asunto de salud pública en varios países latinoamericanos. La falta de regulación y el acceso fácil a sustancias ilícitas multiplican los casos. Aumenta cada año el número de personas afectadas, la mayoría mujeres, aunque también hombres, sometidos a procedimientos similares.

Las campañas para informar y regular resultan urgentes. Los materiales reabsorbibles y autorizados, como el ácido hialurónico y la grasa autóloga, son los únicos considerados seguros en medicina estética. Cualquier otra sustancia representa un riesgo grave.

La historia de quienes se han inyectado biopolímeros sirve como advertencia para quienes sienten presión social o personal de modificar su cuerpo. La salud y el bienestar merecen estar por encima de cualquier expectativa externa o deseo momentáneo.

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Dany Levito

Daniela, una apasionada de la lectura y la tecnología, nació en una vibrante ciudad en América Latina. Desde muy temprana edad, mostró un gran interés por los libros y la curiosidad por explorar el mundo de la tecnología.

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