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Insólito

Niño pierde la vista por comer solo patatas fritas, pan de molde y salchichas

La historia de un niño que perdió la vista por una alimentación deficiente ha generado preocupación y reflexión en torno a los hábitos alimenticios de los más jóvenes. Este caso, ocurrido en Malasia, no es un hecho aislado, y pone en evidencia los peligros de una dieta carente de nutrientes esenciales.

Sin embargo, ¿cómo puede un problema aparentemente controlable como la alimentación llevar a consecuencias tan drásticas? La respuesta está en algo más profundo: las deficiencias nutricionales no tratadas y la falta de conciencia sobre los riesgos asociados a una dieta limitada.

Alimentación restringida y el impacto en la salud visual

Desde una edad temprana, este niño desarrolló una preferencia extrema por consumir únicamente ciertos alimentos, como nuggets de pollo, galletas y salchichas. Este patrón alimenticio no solo lo expuso a la malnutrición, sino que también desencadenó una condición devastadora conocida como neuropatía óptica nutricional.

La neuropatía óptica es el daño progresivo al nervio óptico por falta de nutrientes clave, como la vitamina A, que es esencial para la regeneración de células de la retina y una visión adecuada. Aunque esta enfermedad puede ser tratada si se identifica temprano, la prolongación de las deficiencias puede llevar a una pérdida irreversible de la vista.

En este caso particular, la falta de una intervención temprana derivó en una condición irreversible, demostrando que los riesgos de no abordar problemas de salud relacionados con la nutrición son graves y permanentes.

¿Qué es la ARFID y cómo afecta a los niños?

Muchos niños presentan hábitos de alimentación selectiva, pero cuando esta selectividad se convierte en algo extremo, puede tratarse de un trastorno como el ARFID (Trastorno por Evitación/Restricción de la Ingesta Alimentaria).

El ARFID no responde a los patrones comunes de trastornos alimenticios como la anorexia, ya que no está vinculado a preocupaciones sobre el peso o la figura. Más bien, surge de una sensibilidad extrema a texturas, sabores o fobias alimenticias.

Los niños con ARFID, como el caso del niño mencionado, suelen basar su dieta en alimentos procesados que carecen de nutrientes esenciales. Esto los pone en riesgo de deficiencias graves, como la de vitamina A, que puede causar ceguera nocturna, ojos secos y problemas en la producción de lágrimas.

No atender estas señales temprano puede desencadenar problemas de salud irreparables, como el daño óseo, inmunidad debilitada e incluso daño cerebral a largo plazo en algunos casos extremos.

La importancia de una dieta equilibrada

Los alimentos ricos en vitamina A, como zanahorias, espinacas, boniatos, mangos y huevos, deben formar parte de la alimentación diaria, porque no solo mejoran la visión nocturna, sino que también fortalecen el sistema inmunológico.

Además, los especialistas recomiendan incluir suplementos de forma controlada en aquellos casos donde exista algún tipo de restricción alimentaria. El monitoreo regular por parte de un médico puede prevenir complicaciones graves.

Sin embargo, más allá de la dieta, es clave observar los hábitos alimenticios desde que los niños son pequeños. La educación en casa y la implicación de los padres juegan un rol crucial en fomentar opciones saludables y balanceadas.

Casos similares alrededor del mundo

Este impactante caso no es único. Ejemplos de trastornos alimenticios como ARFID y sus consecuencias también se han reportado en países desarrollados como el Reino Unido. En un caso reciente, una adolescente perdió la vista tras subsistir únicamente de sándwiches de Marmite y patatas fritas.

Foto Freepik

Aunque estas situaciones suelen asociarse con lugares donde el acceso a alimentos nutritivos es limitado, los datos muestran que incluso en regiones con alta disponibilidad de alimentos, una dieta pobre en nutrientes puede acarrear consecuencias devastadoras.

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El problema, por tanto, no es solo la disponibilidad de alimentos, sino la falta de información y monitoreo temprano. Muchos padres pueden no notar que los hábitos alimenticios aparentemente inofensivos de sus hijos pueden derivar en casos severos de malnutrición.

¿Qué podemos aprender de estos casos? La prevención comienza con la educación. Padres, cuidadores y profesionales deben estar alertas a señales como preferencias alimenticias extremas, crecimiento lento o síntomas como ojos secos y dificultades para ver en la oscuridad.

Una buena estrategia es involucrar a los niños en la preparación de alimentos, exponiéndolos a diferentes sabores y texturas desde pequeños. Por otro lado, los pediatras deben incluir la evaluación nutricional en los controles regulares, para detectar deficiencias antes de que se conviertan en problemas graves.

También es importante recordar que los trastornos como ARFID requieren un enfoque multidisciplinar, que combine soporte psicológico, asesoramiento nutricional y monitoreo médico.

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Veronica Pereira

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